jueves, 27 de junio de 2013

CAUSAS Y EFECTOS DE LAS ENFERMEDADES...♥

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La carne y el alcohol tienen tendencia a volver al ser humano feroz y a desviar su visión espiritual de los mundos superiores, concentrándola en el plano material actual. De ahí que la Biblia nos diga que al principio de la edad del Arco Iris, la Edad en que comenzamos a vivir en una atmósfera limpia y de aire puro, muy diferente de la nebulosa atmósfera de la Atlántida, de la que se habla en el segundo capítulo del Génesis, Noé fabricó por primera vez el vino. El desenvolvimiento material subsiguiente fue la consecuencia del concentrar nuestras energías en el mundo material, lo que resultó de consumir carne y vino.

El primer milagro que hizo el Cristo fue convertir el agua en vino. Él había recibido el Espíritu Universal en el bautismo y no tenía necesidad de estimulante artificial alguno. Él cambió el agua en vino para dársela a otros que no estuvieran tan adelantados. Pero ningún bebedor puede heredar el Reino de Dios. La razón esotérica es que mientras los éteres inferiores son los que vibran en el corazón y el plexo solar, manteniendo así el cuerpo físico vivo, los éteres superiores son los que hacen vibrar al cuerpo pituitario y la glándula pineal. Al ingerir espíritu falso y rebelde que es fermentado fuera del cuerpo y que es diferente del espíritu, que es fermentado en el interior, con el azúcar, estos órganos quedan temporalmente en sopor y no pueden vibrar respondiendo a los Mundos Superiores; y de ahí que, debido al abuso que se ha cometido durante edades enteras, el ser humano no pueda actuar actualmente en dichos mundos. Si toma demasiado de este espíritu alcohólico, dichos órganos pueden despertar ligeramen
te, de manera que le es posible contemplar los reinos inferiores del Mundo del Deseo y todo el Mal que allí hay. Eso es lo que ocurre en el llamado "delirium tremens". 

Para resumir: como la Evolución del alma depende de la adquisición de los dos éteres superiores, del cual se hace el vestido de bodas de que hablan las Escrituras, y conforme estos éteres se sintonizan con los órganos ya nombrados, en la misma forma en que los éteres inferiores se sintonizan con la simiente atómica del corazón y la del plexo solar, es fácil comprender los efectos mortales que para el ser humano espiritual representan el alcohol y las drogas. Para aclarar mejor este asunto, vamos a mencionar un incidente de la vida.

Existe un dicho muy corriente que reza así: "Una vez Masón, siempre Masón", que significa que cualquiera que haya recibido la Iniciación en la Orden Masónica, nunca puede renunciar, porque no puede desprenderse del conocimiento y los secretos que haya aprendido, de la misma manera que una persona que va al colegio no puede desprenderse de lo que allí ha asimilado. Por consiguiente: "Una vez hecho Masón, siempre se es Masón". Y similarmente, una vez convertido en discípulo, en hermano lego o miembro de una Escuela de Misterios, siempre será discípulo, hermano lego o miembro de esa Escuela. Pero, aunque esto es así y vida tras vida volveremos a relacionarnos con la misma Orden a la que ya hemos estado afiliados en las anteriores existencias, podemos, en cualquier vida, conducirnos en tal forma que nos resulte imposible darnos cuenta de ello cerebralmente, y en beneficio de todos los estudiantes mencionaremos un caso que viene a punto.

Cuando fuimos llevados al Templo de la Orden de los Rosacruces en Alemania, nos sorprendió encontrarnos con un hombre que habíamos conocido en la Costa del Pacifico; esto es, a quien habíamos visto unas cuantas veces allí, aunque nunca habíamos hablado con él. En ese tiempo parecía gozar, en la sociedad con la que estábamos vinculados, de una posición muy por encima de la nuestra, y nunca habíamos sido presentados a él. Sin embargo, me saludó calurosamente y parecía como si estuviera muy al tanto de mi vinculación con esa sociedad, acerca de nuestro encuentro con ella, etc.

Al volver a América esperábamos obtener mucha información de este hermano, si teníamos la fortuna de volverlo a encontrar en el Oeste. Cuando llegué a la ciudad en que él residía, algunos amigos comunes nos dijeron que nos estaba esperando, y sentimos mucho deseo de verlo. Por lo tanto, tan pronto como nos encontramos, nos dirigimos sin vacilar hacia él y le dimos un caluroso apretón de manos. Él también pareció reconocernos y nos llamó por nuestro nombre, y todo parecía indicar que él sabía lo que nos había ocurrido a ambos mientras nos encontrábamos fuera del cuerpo. Además nos había dicho en el Templo que recordaba todo cuanto le ocurría mientras se encontraba fuera de su cuerpo, lo cual creímos sin vacilación alguna, puesto que nos constaba que tenía un grado mucho más elevado que el primero, en el que acabábamos de ser recibidos.

En el día de nuestro encuentro físico, después de conversar unos momentos, dijimos algo que le hizo mirarnos corno si estuviera confundido. Nos habíamos referido a cierto incidente ocurrido en nuestro encuentro en el Templo, y él parecía como si nada supiera al respecto. Sin embargo, ya habíamos dicho tanto, que nos vimos obligados a decir más, pues de lo contrario habría parecido tonto, y le recordarnos que él había afirmado que recordaba todo. Entonces negó esto último, y al final de la entrevista me pidió insistentemente que tratara de descubrir por qué si él era un hermano lego de la Orden de los Rosacruces, no podía recordar lo que le ocurría cuando estaba fuera del cuerpo. El había estado, corno me constaba, en varios oficios del Templo y había tomado parte en ellos, aunque cerebralmente ignoraba en absoluto lo que había ocurrido.

El misterio se develó poco después, cuando supimos por él mismo que fumaba cigarrillos y usaba otras drogas que le obscurecían el cerebro hasta tal punto que le era imposible recordar nada de sus experiencias psíquicas. Cuando le dije eso estando en su cuerpo, hizo un denodado esfuerzo para librarse de ese hábito. Este caso demuestra cuán necesario es ser puros en nuestros hábitos, y en todo caso considerar a este cuerpo nuestro como el Templo de Dios, evitando profanarlo, como evitaríamos profanar la casa de Dios hecha de ladrillos y cemento, la cual no es ni siquiera una millonésima parte tan sagrada como el cuerpo de que hemos sido provistos. 

El cerebro, en particular, es el instrumento más grande e importante con el cual realizamos nuestra obra en el Mundo Físico, y resulta evidente que no deberíamos usar intoxicantes o drogas que lo emboten, impidiéndonos realizar el progreso que anhelamos.


CAUSAS Y EFECTOS DE LAS ENFERMEDADES
INFORMACIÓN EXTRAÍDA DE LOS PRINCIPIOS OCULTOS DE LA SALUD Y CURACIÓN, SEGUNDA PARTE, CAPÍTULOS IV, V, VI Y VII
POR: MAX HEINDEL

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