sábado, 15 de julio de 2017

¿Y TU (de) QUIEN ERES..?

Estamos acostumbradas a ser la novia de alguien, la madre de alguien, la hija de alguien, la amiga de alguien, la amante de alguien.

Aprendimos aquella canción de aquella pareja que tuvimos, a cocinar aquel plato de aquella cena que dedicamos, a hacer pasteles de aquel cumpleaños que organizamos, que no era el nuestro; aquella playa perdida de aquel viaje que compartimos, aquella práctica sexual en la cama de quien nos metimos.

Descubrimos nuestros gustos sexuales satisfaciendo o celebrando los de nuestra compañía de cama, nuestras apetencias culinarias compartiendo platos, nuestros gustos musicales acompañando a conciertos... y, así, nos pasamos la vida aprendiendo de otras personas lo que queremos. Y nos convertimos en una suma de deseos ajenos.

Este sistema que nos ha enseñado a disfrutar más ofreciendo placer que sintiéndolo, a sentirnos mejor cuidando que cuidándonos, a querernos por lo que nos quieran y no porque nos lo merecemos, a buscar en el espejo una imagen que guste al resto, nos ha convertido en satisfactoras, que se pasan la vida buscando una identidad que -al parecer- sólo nos pueden ofrecer los gustos ajenos.

Nos da miedo preguntarnos ¿quién soy? ¿qué quiero? No vaya a ser que a las personas que tenemos alrededor no les guste lo que somos, lo que queremos.

No podemos ser felices si no perseguimos nuestros anhelos, y no podemos encontrarlos si no los reconocemos.

Y para reconocerlos, tenemos que estar a solas con ellos. Y con nuestros sufrimientos, y con nuestros gustos y con nuestras penas, y con nuestras ganas y con nuestros deseos.

Nunca imaginaríamos una historia de amor sin intimidad, pero no estamos casi nunca a solas con nuestro propio deseo.

Estamos poco solas, disfrutamos poco solas y sufrimos poco solas. Porque nos entendemos mucho mejor como complementos. Hasta que un día, no nos reconocemos.

Hay una historia de amor que debería durarnos toda la vida: la del amor “nuestro”. Esa historia en la que lo importante no es que nos quieran, sino querernos. Y a esa historia, tenemos que dedicarle tiempo. O vendrán otros, y nos dirán lo que queremos.




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